Comenzamos así, con cosas que habíamos hecho entre todos. Las paredes forradas con sus grafittis, cajas
recolectadas aquí y allí ocupando toda la sala de juegos. Un espacio efímero, nacido para jugar con él y desaparecer cuando el juego acabe. S. me dice antes de comenzar "¿quieres que nos sintamos como dentro de una caja?"
Pido que miren y que dibujen o escriban lo que ven. Luego, les explico el juego: entrar, mirar, mover algo, buscar un lugar donde quedarse en una postura cómoda. Lo hacen. Y se genera una atención al otro, una escucha como nunca se había dado entre ellos. Verles moverse es hermoso. Todo es sencillo, pero significa. Y hasta hay silencio. Silencio espectante en algunos momentos. Al acabar, el espacio ya no es el mismo.
¿Hemos hecho una performance? ¿un happening? ¿jugado en una instalación?
Placer de transformar, construir, de hacer algo juntos. Evidentes sensaciones de libertad y protagonismo. Cada cual ocupa un sitio, todos juegan en el mismo espacio, los demás mueven y te mueven. Les propuse que movieran todo lo que estuviera en el espacio, lo que quisieran, y también se movieron unos a otros. Cuando ya están todos dentro les propongo que intercambien los sitios. Lo hacen un par de veces. Al acabar, vuelven a dibujar o escribir lo que ven y lo que han hecho. En comparación con los primeros dibujos, los segundos están llenos, significan más, son más dinámicos. La experiencia transforma el espacio y su representación.
La experiencia se da cuando entra en juego el cuerpo. Sus cuerpos, que se mueven, toman decisiones, transforman lo dado, ocupan un sitio, entran en relación.
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