Vivir es pasar de un espacio a otro haciendo lo posible para no golpearse.
Georges Perec, Especies de espacios

viernes, 23 de octubre de 2015

Nueva Babilonia

Una exposición que no me quiero perder: Constant Nueva Babilonia, hasta el 29 de febrero en el Museo Centro de Arte Reina Sofía

 ¿Qué es una ciudad nómada? ¿Cómo se viviría en ella? ¿Y si todo el globo es una ciudad? ¿Sería deseable?

lunes, 14 de septiembre de 2015

Jugar en la ciudad

Este verano que ya se acaba he descubierto un libro Valencia, en la editorial Media Vaca, dentro de la colección Mi hermosa ciudad. De ejemplo, una imagen y un texto:Valencia04_1
Bartolomé Ferrando firma las propuestas poéticas y Rafael de Luis las imágenes. Ideas para habitar de diferente manera Valencia o tu propia ciudad, si quieres...
¿Y por qué no?


jueves, 16 de julio de 2015

meterse en un jardín

imágenes del último día
                                         las entrevistas



una exposición de ausencias


a lo Ligya Clark


el relato del solar










Las fotos son de Maru



jueves, 25 de junio de 2015

La cabaña de verano del CA2M


Meterse en un jardín
Modos de contar. Modos de mirar. Lugares donde encontrar historias. La calle. El CA2M. Un solar: ¿qué pasó aquí? ¿qué te gustaría que hubiera pasado? Jugar: con las cosas, con las palabras. Cuidar: un huerto, una persona, una cosa, un lugar. Explorar. Preguntar. Entrevistar.
Performance ¿qué es? ¿cómo se hace?
Ready Made ¿qué es eso?
Pasear ¿pasear puede ser arte?
Artistas: Lygia Clark. Marcel Duchamp. Hamish Fulton. Laurence Weiner.
Un cuento ilustrado por Jörg Müller: El soldadito de plomo.
Todavía no hemos acabado, pero más o menos de todo esto puedo decir que está hecho este jardín nuestro donde hemos jugado a perdernos, donde nos hemos metido.


domingo, 15 de marzo de 2015

El valor de la (otra) cultura

Un artículo aparecido en Diagonal de Adolfo Estalella que vale la pena leer:
"La nueva política se asemeja a esa otra de casta tradicional en el descuido que practica con la cultura y la investigación científica. El oficialismo ha maltratado tradicionalmente esos dos sectores cuando se ha ocupado de ellos y los ha marginado el resto de las veces; indicio de su estrechez de miras y limitado horizonte propositivo. A la desidia institucional se suma la fragilidad constitutiva de dos ámbitos incapaces de hacer visible su valor y congregar una amplia voluntad en torno a ellos. Aunque lo han intentado, han sido incapaces de concitar una movilización social similar a la lograda por la educación y la sanidad en tiempos recientes. Una situación desesperanzadora porque son ámbitos cruciales, no para solucionar los acuciantes problemas del presente sino para poder imaginar un futuro distinto. Este texto describe tres contribuciones de un valor excepcional que una cierta cultura urbana de sensibilidades experimentales nos ha legado en los últimos tres lustros; gracias a ello podemos otear nuevos horizontes para una vida en común.
Hay de partida una dificultad para tratar con la cultura porque al intentar delimitarla se nos escapa por todas partes: o bien se nos va hacia esa idea de cultura como expresión identitaria de los pueblos o bien hacia su expresión civilizatoria y esteticista. Al final todo acaba siendo cultura o bien la cultura explota en mil pedazos de estéticas irreconciliables; el resultado es que el consenso que podría obtenerse en favor de ella salta por los aires. La situación empeora cuando los argumentos que elaboran los profesionales del ámbito suenan a reclamación gremial o movilización por intereses sectoriales. Una manera de salvar ese escollo es hablar de la cultura sin mentarla: la cultura como ausencia presente; porque con la cultura siempre nos jugamos algo más, algo que es distinto pero que resulta inseparable de ella.
Cierta cultura que podríamos llamar de vanguardia, o experimental, o alternativa (adjetivos parciales que la describen parcialmente) ha contribuido en los últimos años a sostener la reinvención y el trabajo permanente de reimaginación en nuestras sociedades a través de la construcción de tres asuntos. El primero de sus aportes es la reformulación de los regímenes de propiedad intelectual y con ello una reorganización de nuestro papel en la cultura. A eso se suma una reinvención de nuestra relación con lo urbano que ha dotado de nuevos materiales, literalmente, a nuestro derecho a la ciudad. La tercera contribución es una nueva sensibilidad experimental, que atraviesa las anteriores y despliega las condiciones para hacernos preguntas que aún no tenemos.
Construir un asunto no es una tarea sencilla, significa ante todo señalar una grieta en un lugar donde nadie es capaz de ver una irregularidad. Un asunto nuevo sólo emerge cuando se ponen a circular argumentos que desestabilizan lo establecido; para ello es necesario generar espacios capaces de contener el disenso y sostener las controversias en el tiempo. La discusión sobre la propiedad intelectual desarrollada desde hace tres lustros en el ámbito de esa otra cultura podría ser descrita en esos términos. Cuando era un tema arcano e ignorado algunos grupos de música alumbraban nuevos modelos para la circulación libre de sus contenidos en Internet, problematizaban con ello una de las categorías básicas de nuestras sociedades occidentales: la propiedad. La presencia de colectivos, asociaciones y centros culturales en esos debates ha sido imprescindible para anticipar un tema crucial que ahora nos concierne a todos. Un proceso que ilustra cómo determinados asuntos procedentes de otros dominios sociales son reformulados de manera absolutamente singular por el sector de esta (otra) cultura. La discusión sobre el procomún es un ejemplo paradigmático de esto último.
El procomún es un concepto que ha emergido en los últimos años como fértil espacio de reflexión; con él se designa un tipo de bienes y forma de gobernanza distinta de lo público y lo privado. La reflexión en torno a tal asunto ha sido abordada en otras geografías prioritariamente desde el derecho, la ecología, o la computación; pero en España ha sido el sector cultural el que ha desarrollado la reflexión más amplia y genuina sobre ese asunto para ensancharlo hacia nuevos horizontes. De la propiedad intelectual sobre el software ha sido expandido a las obras culturales; de ahí ha transmutado en un imperativo de hospitalidad en lo público; ha saltado hacia la ciudad en la forma de mimo por lo urbano y se ha desplazado hacia el cuidado de los cuerpos y el cultivo de los afectos. De los regímenes de propiedad de las tecnologías digitales llegamos a tecnologías nuevas (hospitalidad, afectos, cuidados y mimo) que desestabilizan los regímenes del cuerpo, la ciudad y el medioambiente. A través de ese ejercicio la cultura de la remezcla reelabora de manera fértil elementos centrales para imaginar nuestro ecosistema cultural.
La ciudad ha emergido en esos contextos de otra cultura como un lugar de intervención paradigmático en un gesto que reinventa nuestra relación con ella. Hay una cierta manera de hacer ciudad que se ha diseminado en los últimos años en grandes (y pequeñas) ciudades, que hunde sus raíces en el movimiento okupa y toma inspiración de otros ámbitos como la arquitectura. El Campo de Cebada y el Patio Maravillas en Madrid son dos ejemplos, pero no son los únicos; su ejercicio de reimaginación urbana es similar al que ejemplifica la ocupación vecinal del recinto fabril de Can Batlló en Barcelona y se extiende también a ciudades como Málaga, Sevilla, Bilbao y muchas otras. Son espacios donde los ciudadanos y vecinos experimentan, aprenden y producen conocimiento sobre cómo componer una ciudad distinta. Proyectos arropados por laboratorios de creación, espacios de producción y centros de cultura, desarrollados a menudo por vecinos, colectivos de arquitectos y asociaciones culturales en condiciones laborales cada vez más precarizadas.
Ese movimiento de reinvención de la ciudad se encuentra en las antípodas de la política oficialista que ha hecho de la cultura un pretexto para la especulación inmobiliaria. La suya es una especulación movilizadora que alumbra una manera distinta de imaginar y practicar lo urbano. Mientras la ciudad inteligente emerge como figura deslumbrante que seduce a corporaciones municipales de todo el planeta, la verdadera creatividad urbana se desarrolla en huertos urbanos, espacios autogestionados y proyectos vecinales. Unos ejercicios de intervención que generan las condiciones para un espacio urbano que ya no cifra su vitalidad en el tránsito apresurado sino que se consagra a la construcción literal de las condiciones para otra vida urbana en común. Ese espacio urbano intervenido materialmente nos dota de nuevas capacidades mientras equipa nuestro derecho a la ciudad con infraestructuras que nos permiten hacer visible los asuntos comunes que nos conciernen a todos.
La ciudad intervenida materialmente y los regímenes de propiedad reinventados legalmente han habilitado las condiciones para explorar nuevas condiciones de lo público y otras configuraciones del procomún, sea en espacios digitales o entornos urbanos. Esa exploración se encuentra atravesada por un gesto genuinamente experimental. Esto no es una metáfora, esa otra cultura ha desplegado nuevas infraestructuras en Internet y en la ciudad: las que van desde la Wikipedia a los huertos urbanos; ha creado nuevos públicos que se movilizan en esos lugares e implican en ellos, y, finalmente, toda una nueva manera de relatar la ciudad ha sido ingeniada: de los streamings en directo a los archivos que dan cuenta de esa manera de hacer y practicar la ciudad. El despliegue de esas infraestructuras, públicos y géneros narrativos acompaña un ejercicio experimental que nos ofrece algo que no estaba en el mundo: una nueva composición del espacio urbano, otra sensibilidad para la ciudad y un derecho distinto a habitarla.
Ciertamente esa otra cultura no es representativa, pero ni aspira a ello ni necesita serlo: no pretende representar a unos o a otros sino al mundo en otros términos. Es una cultura que elabora un relato distinto de nuestras ciudades: de aquello que son y que el oficialismo invisibiliza y desoye; de aquello que pudieran ser y que la cultura distraída y dominante es incapaz de atisbar. La cultura ha desbordado sus límites en esos lugares y se ha diseminado hacia la ciudad, en busca de un aprendizaje emancipador que nos ayuda a imaginar cómo podría ser una ciudad diferente, una sociedad distinta. Las respuestas sabidas a las preguntas que ya conocíamos se han quedado hace tiempo sin potencia política; la experimentación de esos lugares nos desafía con nuevas preguntas para tomar parte en la reinvención del mundo y nos proporciona los materiales para darle respuesta: sin ella el aire que respiramos seguirá siendo el mismo de siempre, de ahí el valor de esa (otra) cultura."

sábado, 14 de marzo de 2015

Memoriadero

En los paseos virtuales a veces encuentro cosas que ya no están, huellas de actividades, archivos que recogen lo que pasó. Hace muy poco acabó la exposición MEMORIADERO en MATADERO MADRID. No la vi. He paseado por el blog del proyecto en el que se reflexiona sobre el lugar, el barrio, los procesos de gentrificación, la memoria colectiva de los lugares, la identidad... El proyecto lo realizó MEMORIAS EN RED, Asociación Internacional de Jóvenes Investigadores.
La imagen que ves la extraje de su web, de una serie de talleres que realizaron en el 2013.
Pienso en la memoria, en mi manía de fecharlo todo como si así lograra impedir que el tiempo se escurra, un intento inútil de fijarlo. Pienso en la memoria, que me construye, mi memoria soy yo. Yo consciente de quién soy. Sin memoria ¿seguiría siendo yo?
Pienso en la memoria cuando es colectiva, que nos une, nos ayuda a entender y a dar significado.
En el cartel un hombre hace equilibrios. El título de la sesión 4 hace que me pregunte cosas: ¿qué significa una memoria performativa? ¿en qué consiste la práctica de la memoria? ¿A qué práctica lleva una memoria activa de los lugares y las personas que los habitan?
Pienso en una memoria que no detiene ni fija, sino que acoge y da sentido, reconoce la existencia de lo que se oculta y la dice, la muestra. ¿Qué significaba el Matadero antes? ¿Qué significa ahora? ¿Qué pasó en medio? ¿A quiénes acoge ahora? ¿A quiénes deja fuera? ¿Y antes? ¿De quiénes son los lugares?  

sábado, 7 de febrero de 2015

Cuando el arte pasa como la vida

Mirando aquí y allá, husmeando, deambulando por los caminos virtuales encuentro en el blog de Vila-Matas (precioso) este texto de Martí Manen publicado en La Vanguardia en 2012, revelador y hermoso "CUANDO EL ARTE PASA COMO LA VIDA" Habla de la obra de Tino Sehgal (1976). Copio los párrafos finales, pero os aseguro que merece la pena leerlo todo:
"Otras piezas de Tino Sehgal invitan directamente a un diálogo, a un recorrido, a repensar el lugar: un grupo de personas ocupan una sala de exposiciones vacía mirando las paredes y empiezan a repetir, casi como si fuera un rumor in crescendo, la frase "The objective of this work is to become the object of a discussion" (El objetivo de esta obra es convertirse en el objeto de una discusión). Si los visitantes interpelan a los actores estos empezarán una conversación sobre la obra con ellos, sobre lo que significa un objeto, un objetivo o una discusión. En This is progress(Esto es progreso), presentada en la rampa en espiral ascendiente del Guggenheim de Frank Lloyd Wright en Nueva York, una niña empieza con los visitantes una conversación sobre el progreso, conversación que sigue una adolescente, para pasar después a manos de un joven adulto y terminar, ya arriba de la rampa, con una persona mayor.

En la Documenta 13, Tino Sehgal presentaba un espacio oscuro, un lugar escondido en el que una serie de personas esperaban a los visitantes para acercarse a ellos, cantar canciones y ofrecer la experiencia de vivir una pieza de arte como algo completamente sensorial, sin barreras. Y recientemente, en la enorme Sala de Turbinas de la Tate Modern en Londres, Tino Sehgal ha dejado el espacio tal y como es. En una sala de dimensiones sobrehumanas, que parece estar pidiendo a gritos una obra monumental, unas setenta personas (jóvenes, abuelas, gente corriente) están a la espera. Andando arriba y abajo, desde un extremo de la sala a la otra, siguiendo una coreografía abierta, deciden pararse en algún punto del recorrido para empezar a cantar sobre las fuerzas naturales y cómo los humanos las hemos canalizado. Las luces se apagan y la penumbra facilita la percepción del sonido como algo casi mágico: el ahora coro juega con el eco y el espacio, el vacío se convierte en masa sonora. Aparecen algunos destellos de luz coordinados con la música coral. Y todo se para.

Es entonces cuando los intérpretes se dirigirán hacia personas en específico del público para contarles historias personales. Esa chica que dentro de un par de meses se queda sin permiso de residencia y debe volver a un lugar que ya no es su casa. Ese señor que cuenta que su amiga es muy organizada y tiene mucha energía pero necesita estar haciendo cosas todo el rato. Ese chico que explica el recuerdo aún presente de la primera vez que llegó a Inglaterra proveniente de su Malasia natal y cómo el aire frío entró en sus pulmones. Sin agresividad, conversaciones normales que fluctúan entre lo verdadero y lo ensayado. Si la persona del público pregunta sobre la obra de Tino Sehgal ellos cambian de tema o se reincorporan a una coreografía que sigue y sigue. Durante horas y días, a veces corriendo, a veces lentamente, interactuando más o menos con los turistas que visitan la Tate Modern y reaccionan: niños que empiezan a correr con los intérpretes, gente que pasea entre los bailarines que se han sentado en el suelo para cantar desde esta posición, grupos de adolescentes que hacen sus propios bailes, una pareja de abuelas que comenta que la obra es esta gente que está cantando y que esto es arte y, además, bonito. La vida pasa y las distancias se acortan.

Tino Sehgal ofrece momentos a vivir, realidades programadas, situaciones a compartir dentro del museo. Situaciones que, por el lugar en que ocurren y por la relevancia que tienen, forman ya parte de la historia del arte y, al mismo tiempo, del futuro. Situaciones que desaparecen una vez han sido, negándose así lo perenne dentro de la institución. Con gestos muy básicos, Sehgal logra abrir el campo a preguntas clave sobre el arte y su presentación, sobre economía y mercado, sobre las relaciones humanas y distancias insalvables. La obra de Tino Sehgal está aquí pero no para quedarse, está aquí y ahora, y con esto basta. "