El fin de semana pasado participamos en el Festival ALAIRE. Por primera vez, Un lugar para vivir estuvo en la calle. Toda una experiencia. Había muchas preguntas previas: ¿cómo proponer la participación del público? ¿cómo conseguir el estado de atención que la función necesita sin desvirtuarse? y, sobre todo, ¿lloverá o habrá viento? Un poquito de viento en la función del domingo movió los cimientos de la ciudad de papel y cartón, pero no llovió y Un lugar para vivir tuvo su rinconcito en Leganés. Momentos hermosos: Cuatro niñas y niños ayudándome a recoger y jugando con el papel kraft en el parque al acabar la función del sábado, el público asomándose a la ciudad y preguntando por cada cosa al finalizar la función del domingo. Especial y emocionante superponer la ciudad real y la imaginaria al hablar, señalando, escuchando... Decir "Esta es la ciudad: somo tú y yo" y sentir la verdad de las palabras. Cerrar los ojos y escuchar la ciudad real alrededor. Pedir ayuda al público y encontrarla de diferentes maneras. Acercar con la mirada a paseantes...
Como siempre, imposible trabajar sin compañia. La del público de La Fortuna y San Nicasio, los barrios de Leganés en los que trabajé, que se acercaron y escucharon. La de Nacho y Leah, que pusieron ilusión y profesionalidad, que me arroparon en todo momento, más convencidos que yo de que lo que hacíamos era bonito. Y la de Menchu, que ve siempre más de lo que yo soy capaz de ver. Sin los tres no hubiera podido dejarme llevar, luchar contra el viento, e incluso, volar este fin de semana.
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